lunes, 11 de noviembre de 2013

CATARSIS EN PROSA



Una infinidad de mujeres pasaron por su vida, de todas ellas, solo una dejo su huella. Esa marca en el pecho, que le hacía levantarse todos los días pensando en ella. Imaginándola yendo al trabajo, hablando con la gente, escuchar su risa en la mente. Ver como el viento alborota ese pelo largo enrulado y desilusionarse al verla con el pelo lacio (malditas planchas de pelo). Era un amor que no pudo ser, la dejó ir para que sea feliz sin él, para no ser una carga para ella. Pero cada día era una tortura, verla pasar y no poder decirle, ¿querés tomar un té de frutillas? ¿Querés ir a la plaza? ¿Querés….?
Muchas cosas había en su mente, a veces veía la vida de ella a través de un lente, imágenes aletargadas en el tiempo infinito de la fotografía. El también quisiera ser inmortalizado, detenido en el tiempo, que la arena del reloj se detenga.
Se sentía solo, siempre decía que el no era solitario, era solo.
Y se acordaba de esa cabaña, donde después de tanto tiempo, años, pudieron compartir el sueño.
Sabía que iba a morir solo, su vida giraba en torno a los recuerdos y los muertos. Era algo que no podía cambiar. Vivía para recordar, lo que se debería olvidar. Dolor físico y mental, que nadie podía curar. Era y sería un calvario para cualquier mujer a su lado.

Calma aparente en el pecho desgarrado. Quizá los favores de aquel verano aún retumban en sus ojos.
Alma de pobre sintió estos años alejado. Los quehaceres rondan por los barrios, visitando, registrando, caminando sin cesar, pies pequeños.
Robando los corazones de los necesitados para devolverlos rebosantes de cariño.
Oídos prístinos que quisieron escuchar eso que nunca le dijo por temor, un te amo suavemente en sus brazos. Un micrófono y tu voz en el aire.
Lindos atardeceres debieron vivir, más la falta de coraje se hizo sentir.
Investiduras de vergüenza supo dejar a un lado y disfrutar besos, caricias y halagos.
No existe la mujer perfecta, solo la mujer a cada medida, la medida justa, la del amor.
Antiguamente se moría por amor, ahora se vive por el dolor, el dolor de lo que no pudo ser.